La ciencia ficción es un género que representa futuros posibles. Siempre son dramáticos, distantes y se adelantan muchos años en la historia cuando ya nada o muy poco de lo que conocemos existe. Un caso típico del cine es Blade Runner (Ridley Scott, 1982), filme que presenta un mundo en el que conviven máquinas y humanos en una relación de poder donde los cuerpos artificiales se rebelan contra la hegemonía humana. Este clásico ejemplo de ciencia ficción resulta muy diferente a producciones como Years and Years (2019), miniserie de drama co-producida por HBO y BBC, que presenta un futuro posible tan cercano a la realidad que se torna incluso siniestro. Como fuimos testigos, Blade Runner estuvo lejos de reflejar la realidad del año 2019 donde se desarrolla su trama, mismo año en que inicia la historia de la serie de HBO/BBC.
El creador de Years and Years, Russell Davies[1], señaló al medio The Verge (Miller, 2019) que comenzó el proceso de la serie el año 2016 inspirado por dos eventos políticos: la elección de Donald Trump y el referéndum Brexit. Por tanto, su enfoque futurista fue más bien político. Señala que al utilizar grandes avances tecnológicos estos podrían terminar convirtiéndose en “distractores” para la audiencia. Así, su estética se desmarca de esa relación radical con la tecnología (hard science fiction), ejemplificada por Blade Runner, donde abundan hologramas, autos voladores y otras ficciones tecnológicas. Years and Years se enfoca en la relación entre los humanos con la tecnología y se desarrolla en el marco de retrocesos del bien común y en el avance de desastres mundiales naturales y políticos entre el 2019 y el 2034. Es decir, es una serie de ciencia ficción cuyo subgénero puede ser descrito como distópico, mundano, especulativo o soft science fiction.
En Years and Years el uso de la tecnología es constante y progresivo, con objetos cotidianos que ya conocemos pero que han sido sofisticados. Su uso es tan importante que Signor, el asistente digital que se activa con la voz (nuestra Siri o Alexa), es uno más de los personajes de la serie. El resto son los miembros de la familia Lyon, situada en Inglaterra. Esta posee una composición variada en raza, sexualidad, identidad de género y capacidades. Los protagonistas son: Stephen, un asesor financiero y padre de familia; Edith, una activista inagotable; Rosie, una madre soltera con espina bífida; Daniel, un joven gay enamorado de un refugiado político; y, finalmente, Muriel, la abuela y núcleo de lxs hermanxs. Comienza la serie con el nacimiento de Lincoln, hija de Rosie, a quien vemos crecer hasta sus 15 años (comprimidos en las seis horas de duración de la serie), pasando por una transición de género. La familia se comunica intensamente a través de Signor, quien asiste conectándolos mediante videollamadas y mensajes, compartiendo fotos, videos y noticias.
El correlato de los dramas de la familia Lyon es protagonizado por Vivienne Rook, la personificación de la decadencia de la política partidista. Rook es una empresaria que se involucra en política para defender un nacionalismo fascista[2], con una radical postura anti-global y anti-desarrollo tecnológico (más bien, pro-censura y control sobre el uso de la tecnología). En el primer episodio vemos cómo su fama se genera por la viralización de su participación en un programa de televisión donde declara: «me importa una mierda» («I don’t give a fuck»), cuando le preguntaron sobre el conflicto en Israel, rompiendo el consenso de lo “políticamente correcto”. Para el año 2025 es electa democráticamente como miembro del parlamento de Manchester y ya en el 2027 su partido domina el parlamento y el mismo año es electa primera ministra. El personaje de Rook es central para explicar el contexto político futurista de Davies, ya que su presencia en la serie es mayormente a través de las pantallas usadas por los demás personajes o que forman parte de su entorno, generando una omnipresencia en el mundo virtual que se hace concreta como representante del poder democrático. De esta manera, la viralización en el plano de la política partidista genera un efecto de presencia y circulación de visibilidades y enunciados que eventualmente repercuten en los usuarios.
La mini-serie tiene un tono apocalíptico, porque hace uso de aquellos elementos negativos que el desarrollo de la tecnología puede arrastrar, como la inestabilidad de la economía global, en tiempos en que los valores de las bolsas de comercio son supervisados por algoritmos que operan a una velocidad imperceptible para el humano y cuyos errores programados pueden generar el colapso de todo un sistema financiero (Bridle, 2019). También vemos los cambios en la fuerza laboral, como en el caso de Celest, un personaje que se desempeña como contadora y que luego pierde su trabajo al ser sustituida por inteligencia artificial. Se trata del incremento de trabajos automatizados, cambio que genera una nueva capa de clase trabajadora que deviene obsoleta. Los data miners reemplazan miles de procesos de la cadena de producción que anteriormente operaban con fuerza humana, de forma manual y análoga. Por otro lado, las redes de información y las fake news se han sofisticado al punto de crear hologramas capaces de imitar a cualquier persona diciendo cualquier cosa, lo que pone todo contenido digital bajo sospecha. Se suman a estos casos del tecno-apocalipsis una escalada de militarismo y expansión en algunos países de Asia, un conflicto bélico entre EEUU y China, grandes olas migratorias de los países en conflicto, desastres naturales inéditos como inundaciones, que en el caso de Inglaterra obligan a desplazar a la población y que a su vez permiten al gobierno diseñar guetos, entre muchas otras tragedias. Para graficar este panorama apocalíptico, en un punto de la serie, tras escuchar uno de los discursos fascistas de Rook, Edith Lyons, la más entusiasta luchadora, se levanta, aplaude y grita: «haz pedazos el mundo» («tear the world down»).
Las formas que toma la política son solo una parte de la miniserie dentro del relato de los dramas de la familia Lyon: amor, engaño, traición, etc. En este punto es interesante la historia de Bethany Disme-Lyons, bisnietx de Muriel e hijx de Stephen, quien vive un proceso de identidad que se conoce como transhumano, popularizado precisamente por la ciencia ficción y el cyberpunk. En su adolescencia, Bethany no se dirige ni expresa en contacto directo, sino que apunta citas en su calendario digital con sus padres para tener una conversación, usa una pantalla-interfaz sobre su rostro con emojis para expresar sus emociones, mediatizando todas sus interacciones con los humanos. En una intensa discusión con sus padres les dice «yo no pertenezco a este cuerpo», insistiendo, «no quiero ser carne, quiero convertirme en digital». La imaginación tecnológica ofrecería un futuro en el cual será posible descargar[3] la mente en la nube (the cloud). De esta manera, Bethany viviría plenamente en libertad, ya que «en la vida como información, solo hay datos, no masculino ni femenino». El quiebre epistemológico entre realidad material y virtual es imposible de entender por sus padres, quienes se resisten a esta decisión identitaria. No obstante, Bethany utiliza su cuerpo como prótesis para sentirse conectada, incorporando aparatos tecnológicos a sus órganos mediante varios implantes, incluido uno en el cerebro con el cual puede acceder a todos los datos que se alojan en el internet de una manera tan fluida como la interacción de sus neuronas.
Llama la atención cómo Davies describe la estructura de esta serie como un aparato (device). Una forma narrativa que te lleva hacia el futuro. No aquella que comienza ya en un futuro al cual el espectador tiene que adaptarse y entender los códigos a medida que avanza el filme, sino una narrativa que te transporta. Years and Years avanza cinco años en el primer episodio, como decíamos, marcando el presente (del espectador también), progresando de forma acelerada por el resto de los episodios. Esta velocidad permite a los espectadores “estar” en el futuro en la medida que conocen el pasado, el presente y, por lo tanto, saben hacia dónde llevan los eventos que se desencadenan, siendo testigos de aquello.
En el primer episodio, Daniel, sosteniendo al bebé Lincoln en sus brazos, afirma que no podría ser padre en un mundo así donde rige el miedo al gobierno, a los bancos, a ISIS, a la temperatura y la lluvia, a Estados Unidos, a las corporaciones y marcas que nos tratan como algoritmos, a quienes envenenan el aire, el agua, etc. Su pequeño discurso termina señalando el espíritu de nuestra época contemporánea, afirmando que años antes pensábamos que la política era aburrida.
En un movimiento bastante atrevido, Muriel, en el último episodio, da un discurso en el cual dice a sus nietos: «todo lo que ha salido mal es su culpa», por consumir demasiado y caer rápidamente bajo el efecto del fetiche (la invisibilización de la fuerza laboral y daño ecológico detrás de cada producto que consumimos). Más allá de esa mirada, Years and Years como ficción entrega una esperanza en medio de la distopía, basada en la coordinación de los humanos a través de la tecnología. Como señala una crítica de televisión en The Guardian: «la revolución será televisada, transmitida por streaming, subida a internet y distribuida tan rápido y tan vasto que incluso los poderes de limpieza del internet del partido gobernante no podrán controlarlo» (Mangan, 2019).
Bibliografía
Bridle, James. (2019). New Dark Age: Technology and the End of Future. London, Brooklyn: Verso.
Mangan, Lucy. (2019). Fast, Furious and Frequently Devastating. The Guardian.
Miller, Liz Shannon. (2019). Russell T. Davies’ miniseries Years and Years is Black Mirror with a heart. The Verge.
[1] Russell T. Davies también es el creador de la serie británica Queer as Folk de 1999.
[2] En el quinto episodio, Rook da un revelador discurso acerca de los campos de concentración coloniales del imperio inglés, recordando los genocidios del siglo XIX en los cuales la “selección natural” producía un equilibrio de población mediante la quiebra de redes de seguridad y salud como infecciones y hacinamiento.
[3] Cuando Bethany dice descargar (download) en la nube entendemos que se refiere a algo distinto que al internet donde el verbo sería subir (upload).